lunes, 4 de febrero de 2019

El Camino de Caín (Génesis 4:1-13).

Cualquiera que lea Génesis con cuidado, se percata que es el libro de los comienzos. Génesis registra el comienzo del universo, el mundo, el sol, la luna y las estrellas, la vida animal, la vida vegetal y la vida humana; junto con muchas otras cosas importantes.

En los primeros once capítulos de Génesis aparecen muchas “primeras” cosas. El primer hombre, la primera mujer, el primer mandamiento de Dios, el primer matrimonio, el primer hogar, el primer pecado, la primera muerte, el primer sacrificio, el primer culto, el primer asesinato, la primera maldición, y así sucesivamente.

En este pasaje, el Señor nos da un vistazo dentro de la primera familia del mundo. Y no es que sean los únicos, pero Caín y Abel, hijos de Adán y Eva, son el centro de atención de los versículos que en esta ocasión estaremos abordando.

Este pasaje es muy rico en diversos temas. No obstante, en esta ocasión estaré abordando el que, creo yo, es el más importante de todos. En la vida de Caín, se ve un retrato de cada pecador perdido que ha existido. Caín es el arquetipo, el prototipo de todo pecador que lo siga a ese mundo. Cuando uno ve detenidamente a Caín, se hace evidente la encarnación de Proverbios 16:26, que dice, “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte”.  Este verso describe perfectamente la vida de Caín. Pero también describe las vidas de todos aquellos que viven, no por fe, sino que caminan según la carne. Es un estilo de vida que la Biblia llama “el camino de Caín” (Judas 11). El pasaje que estudiaremos hoy revela las características de todos aquellos que se niegan a vivir la vida según la Palabra y la voluntad de Dios.

Cuando escuche estas características, le pido que examine su corazón. Si ve estas características en su vida, usted necesita ser rescatado de ellas. Le animo a creer en el Evangelio de todo corazón, y a buscar la salvación en Cristo. Si usted es cristiano, y ve estas características en quienes le rodean, le reto a que los lleve en oración, siempre haciendo un esfuerzo conjunto para guiarles por el camino del arrepentimiento.

Exploremos el Camino de Caín por unos momentos. Permítame señalar, a partir de este texto, las características de quienes caminan ese camino.

EL CAMINO DE CAÍN, ES CARACTERIZADO POR UN CORAZÓN INCRÉDULO.

Dice Génesis 4:1-5, “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. 2Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. 3Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. 4Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; 5pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante”.

Este capítulo comienza con una imagen de gran esperanza. Después de que Adán y Eva pecaron en el Edén, fueron expulsados de ese hermoso jardín por el Señor (Génesis 3:23-24a). Dios colocó un ángel con una espada de fuego en la entrada del Edén para evitar que Adán y Eva vuelvan a entrar al jardín y coman del “árbol de la vida” (Génesis 3:24b).

Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén y se vieron obligados a buscar una existencia exigua trabajando el terreno para su alimento. Sus vidas, que habían sido tan perfectas hasta antes de pecar, cambiaron en todos los sentidos. Ahora, sus vidas giraban en torno al trabajo duro, el trabajo incesante y el arrepentimiento sin límites. Los días de caminar con el Señor en el fresco del jardín habían terminado. Fueron consignados a una vida de dolor, pena, trabajo y, finalmente, muerte. Toda la esperanza parecía haberse ido.

Pero luego, Génesis 4:1, dice, “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió”. ¡De pronto hubo esperanza! De repente, frente a una muerte segura, surgió la maravilla de una nueva vida, la esperanza de un nuevo comienzo y la promesa de un mañana mejor.

Ahora, antes de avanzar en este verso, es importante señalar algo importante. La Biblia dice que Adán “conoció” a su esposa.  Esta palabra se usa en la Biblia con diversos matices muy profundos. Implica “intimidad”, “conocer a plenitud”, “conocer por experiencia”. Pero, también se usa como eufemismo para hacer referencia a “relaciones sexuales”. Y es así como se usa en este texto. Adán y Eva se unieron en una unión física. Y aunque ese es el sentido aquí, aun así, no se debe descargar a la palabra de su esencia. No se llevó a cabo una simple unión física. La palabra “conocer” sugiere, además de la unión física, una conexión mucho más profunda entre un hombre una mujer casados. En nuestro mundo actual, la unión de un hombre y una mujer es a veces rebajadas a una simple y sencilla unión física de carácter sexual. Vivimos en una cultura que ha abaratado y hasta manchado la relación sexual entre el hombre y la mujer. La mayoría de las personas en nuestra cultura cree que pueden participar en relaciones sexuales ocasionales, y aun así experimentar satisfacción a largo plazo en sus relaciones. Están equivocados. Las personas se involucran en actividades sexuales ilícitas sin entender el significado profundo detrás de lo que están haciendo. Hay más en la experiencia sexual human que el mero placer físico. La visión del sexo que domina en nuestra sociedad está distorsionada, y a la vez, deforma la intención que Dios tuvo con el don de la sexualidad en la humanidad.

Cuando la Biblia dice que “Adán conoció a su mujer”, se refiere no solo a la unión física, sino al hecho natural ejercido con el compromiso de conocer a una persona en todas sus dimensiones. Ese compromiso debería ser conocido por todos. Debe ser estudiado a profundidad, no solo por matrimonios, sino también por los que han de iniciarse en el matrimonio. Aquellos que quieren tener una actividad sexual, deben también entender lo que implica dichas relaciones. Ellas responden a un plan y un propósito divino. Esa unión no solo es carnal, pues también se involucra el corazón, se incluye una meta de vida, se incluye la vida misma. Si las personas vieran en las relaciones sexual algo más que carne, el sexo prematrimonial y el adulterio dejarían de ser uno de los más grandes y graves problemas con los que adolece nuestro mundo.

Entonces, una nueva vida ha comenzado. Eva, al igual que miles de millones de sus hijas a seguir, debe haber estado entusiasmada con el crecimiento del bebé en su vientre. Me la imagino llamando a Adán para sentir al bebé patear contra su vientre. Puedo verlo colocando su oreja contra su vientre, escuchando el pequeño latido del corazón dentro. Fue una época de nuevas posibilidades, esperanza renovada y emocionante expectación.

Entonces, un día, la espera había terminado. Eva dio a luz a su bebé. Eva fue la primera mujer en experimentar el dolor del parto, y después de esa experiencia, fue la primera en experimentar la alegría de tener en sus brazos a un bebé recién nacido.

Eva llamó al bebé “Caín”. El nombre significa “He adquirido”. Eva le da a Dios la gloria para su nuevo bebé. Ella dice, “Por voluntad de Jehová he adquirido varón”. Ella vio este nacimiento como un tiempo de bendición divina en su vida, en su familia y en su mundo. Luego, vino otro bebé, al que llamaron “Abel”. Su nombre significa “soplo” o “vanidad”. El nombre resultaría profético, ya que su segundo hijo pereció como una respiración que exhalaba en el aire.

Estos chicos pueden haber sido gemelos.  El versículo 2 se refiere al nacimiento de Abel sin mencionar una segunda concepción. Si fueron o no, no importa. Lo que importa es que la tristeza de Adán y Eva por su pecado y por su comunión perdida con el Señor, es algo mitigada por sus hijos. Esos bebés trajeron la esperanza a un mundo que debe haber parecido tan desesperado. Los bebés poseen ese poder, ¿no es así? A menudo traen alegría, risas y esperanza para el mañana cuando esas criaturas diminutas, que se menean y lloran, vienen al mundo.

Estos dos muchachos crecieron juntos en la misma casa. Tenían los mismos padres, recibieron las mismas instrucciones, vieron las mismas cosas y compartieron las mismas experiencias.  Pero, a medida que crecían, las diferencias comenzaron a surgir.

Cuando llegó el momento de elegir un trabajo, ambos eligieron vocaciones honorables. Caín siguió los pasos de su padre y se convirtió en granjero. Abel se convirtió en un pastor. Ambas vocaciones fueron importantes y ayudaron a sostener a la familia.

En algún momento, probablemente cuando llegaron a la edad adulta, estos jóvenes se presentaron ante el Señor para adorar. Estoy seguro de que habían sido entrenados por sus padres en cuanto a cómo debían acercarse a Dios. ¿Te imaginas qué tipo de maestros habrían sido Adán y Eva? Sabían lo que era caminar con Dios, sabían lo que era perder esa dulce comunión. Estaban allí cuando Dios los confrontó por su pecado y cuando a un animal fue sacrificado para cubrir su desnudez (Génesis 3:21). Me imagino que compartieron esa información con sus hijos. Me pregunto cuántas veces Adán se sentó junto con ellos y les contó acerca de Dios, y cómo fue adorado.  Me pregunto cuántas veces Eva les advirtió que escucharan al Señor y no al tentador.

Entonces, en los versículos 3 y 4, Caín y Abel se presentan ante Dios para hacerle una ofrenda. La Biblia dice en el versículo 4 que, “miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda”. Luego el versículo 5, dice, “pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya”. La frase, “con agrado”, implica mirar algo con aprobación. Dios miró con aprobación una ofrenda y la otra no.

La Biblia dice que “Caín trajo del fruto de la tierra” (v. 3), mientras que “Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas” (v. 4). Dios aprobó la ofrenda de Abel, pero rechazó la de Caín. ¿Cuál fue la diferencia?

He escuchado todo tipo de teorías acerca de por qué se aceptó una ofrenda y la otra se rechazó. Creo que ese rechazo no tuvo nada que ver con lo que ofrecieron. No creo que Dios haya rechazado la ofrenda de Caín por no ser un sacrificio animal.

Si bien, puedo aceptar que el tipo de sacrificio ofrecido aquí jugó un papel importante en el hecho de que Dios rechazó uno y aceptó el otro, aun así, creo que hay más que eso. Cuando Adán y Eva pecaron en Edén, Dios sacrificó a un animal inocente para cubrir su desnudez (Génesis 3:21). Cuando Dios hizo eso, estableció el hecho de que, sin muerte y sin sangre, no hay remisión de pecados (Hebreos 9:22). Sin embargo, tanto en Deuteronomio como en Levítico, Dios le dijo a Israel que ofreciera granos y alimentos para agradecerle por sus bendiciones y reconocerlo como la fuente de todas sus provisiones. Así que, dependiendo de su propósito, ambas ofrendas son aceptables a Dios.

En el Jardín del Edén, Dios estableció un patrón para acercarse a Él que nunca ha cambiado. El sacrificio final se hizo cuando Jesucristo vino al mundo y dio su vida en la cruz a favor de los pecadores, derramando Su sangre perfecta y sin pecado para redimir a los perdidos, satisfaciendo las demandas de Dios sobre el pecado, y lavando al pecador para limpiarlo (1 Pedro 1:18-19; Apocalipsis 1:5). Solo hay un camino para que el hombre venga a Dios.

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, el método de Dios para limpiar el pecado siempre ha sido el mismo: se necesita la sangre de un sacrificio inocente para limpiar al pecador de sus pecados (Hebreos 9:22).  El sacrificio y su respectivo derramamiento de sangre se llevó a cabo en el Edén (Génesis 3:21).  Lo vemos en Egipto, durante la Pascua, cuando la muerte y la sangre del cordero protegió al pueblo de Israel del ángel de la muerte (Éxodo 12:1-13). Se ve esto a lo largo de la historia de Israel, cuando el Sumo Sacerdote, en el Día de la expiación, entró en el Lugar Santísimo con la sangre del sacrificio expiatorio (Levítico 16:16-28). Culmina en el Calvario cuando el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, fue crucificado para la redención del pecador (2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24).

Pero, ¿por qué la sangre es tan importante? Porque el pecado produce muerte. Luego, lo que expía el pecado debe ser lo que da vida: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para expiación sobre el altar por vuestras almas, y la misma sangre hará expiación de la persona” (Levítico 17:11). Por esta razón, “casi todo es purificado según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 10:4). Los sacrificios de épocas pasadas, no fueron sino tipos y sombras de un mayor sacrificio del cual está escrito: “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:12).

Observe la redacción del versículo 4, “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas”. La palabra “primogénitos” sugiere “lo mejor”. La frase, “de lo más gordo de ellas”, habla de una cuidadosa preparación. Abel seleccionó cuidadosamente el mejor animal que tenía. Se tomó el tiempo para preparar el sacrificio. Lo llevó ante el Señor, y lo ofreció por fe.  Abel se esforzó por ofrecer un sacrificio que agradó al Señor.

En Génesis 3:21, Dios estableció el patrón para el sacrificio: se requería sangre. En Génesis 3:15, Dios prometió que un día vendría un Salvador. El sacrificio de Abel dijo que creía a Dios, y que su fe fue aceptada por el Señor.

El escritor de Hebreos dijo esto sobre el sacrificio de Abel: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella” (Hebreos 11:4). El sacrificio de Abel dijo: “¡Te creo, Señor!”

Su sacrificio reveló la condición de su corazón. Él amaba a Dios. Él honró la Palabra de Dios. Él creyó en la promesa de Dios de enviar un Salvador. Y, según el versículo 5, Dios aceptó a Abel y su ofrenda.  1 Juan 3:12 dice que sus “obras” eran “justas”. La fe de Abel en Dios, le resultó en que Dios lo declarara justo.

Caín, por otra parte, trajo “del fruto de la tierra”. No hay evidencia de fe en las promesas de Dios. No hay evidencia de preparación. La ofrenda de Caín decía, “Sé lo que dijiste, pero esto es lo que quiero darte.  Lo tomas o lo dejas”. La ofrenda de Caín fue un acto de adoración falsa que decía, “Mi camino funcionará tan bien como el tuyo”. Al instante descubrió que no funcionaba de esa manera, porque Dios rechazó tanto a Caín como a su ofrenda. Creo que Caín estaba simplemente siguiendo una forma, no habiendo amor en su corazón por Dios, ni gratitud a Dios por sus bendiciones. No había fe.

En Abel, hay un reconocimiento del pecado y de su necesidad de un Salvador. En Caín, no hay ninguno. Caín tampoco reconoció que era un pecador o que necesitaba un Salvador. Debido a su falta de fe y dependencia en sí mismo, Dios lo rechazó a él y a su ofrenda.

Hay una advertencia aquí que debemos prestar atención. Dios no aceptará nuestra religión. Él no aceptará nuestras obras. Él no aceptará nada que podamos hacer para intentar salvarnos a nosotros mismos. Lo único que Dios aceptará es lo que ya ha provisto. Él no aceptará nada más que fe en el sacrificio expiatorio y la resurrección del Señor Jesucristo (Juan 14:6; 16:31; Efesios 2:8-9).

Caín reveló su condición perdida a través de un corazón incrédulo. Él se negó a venir a Dios a la manera de Dios. En resumen, rechazó el Evangelio de la gracia y Dios lo rechazó a él.  ¿Qué dice su corazón sobre usted?  ¿Ha creído en el evangelio? ¿Confía en Jesús y en lo que hizo como la única esperanza que tiene para su salvación? ¿Esta su esperanza en otras cosas?

Las buenas obras son importantes, como importante es la membresía en la iglesia local y el bautismo. Todo ello es importante, pero nunca deben ser puesto por encima del Salvador. Mucha gente tiene fe en que será salva por estar en la “iglesia correcta” y no por estar “en Cristo”. Otras tienen fe en que serán salvas por el “bautismo correcto”, pero no por estar “en Cristo”. Otros tienen fe en que serán salvas por seguir una “doctrina correcta”, pero no por estar “en Cristo”. Todo aquello es importante, pero toda la gloria debe ser dirigida a la persona correcta, al Salvador, al “autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2).

EL CAMINO DE CAÍN ES CARACTERIZADO POR UN CORAZÓN NO ARREPENTIDO.

En Génesis 4:5-7, leemos, “pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. 6Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? 7Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”.

Tan pronto como Caín se dio cuenta de que su ofrenda había sido rechazada por Dios, la Biblia dice que “decayó su rostro”. Esto significa que toda su conducta cambió. Él fue abatido. No podía aceptar que Dios haya aceptado la ofrenda de Abel y rechazara la suya.

Dios sabe lo que hay en el corazón de Caín, así que en los versos 6 al 7, Dios le habla a Caín y le pregunta por qué está tan molesto. En el verso 5 leemos la frase hebrea “va-yijár le-Qaín”, que significa, “Caín se enfureció”; haciendo referencia a la ira de Caín, quien estaba ardiendo de celos y coraje contra su hermano. Es entonces que Dios le dice a Caín en el verso 7 que, si él hiciera lo correcto, también sería su ofrenda aceptada. No, Dios no lo está llamando a ofrecer otra clase de ofrenda, más bien, le está llamando a cambiar su corazón, a volverlo al Señor.

Dios quiere que Caín se arrepienta de su actitud hacia Dios y que camine con Dios en fe, humildad y sumisión; así como lo hace Abel su hermano. Dios está buscando producir un cambio de corazón y un cambio de mentalidad en Caín.

Dios le advierte que el pecado es como una bestia salvaje agazapada que yace fuera de la puerta, lista para saltar. Esa bestia está esperando para abalanzarse sobre Caín y devorarlo. Si Caín hubiese venido a Dios conforme a su voluntad, entonces él podría tener control sobre esa bestia. Pero si no cambia, si no se arrepiente y busca honrar a Dios y su camino, entonces el pecado lo controlará.

Sabemos cuál camino eligió Caín. Se negó a arrepentirse. Se negó a amar al Señor. Se negó a caminar en el plan de Dios. Y, el pecado lo consumió.

Todos los incrédulos que han pasado por este mundo, desde Caín en adelante han tenido el mismo problema. Poseen un corazón impenitente. El pecador perdido es esclavo del pecado (Efesios 2:1-3; Juan 8:44). Dios llama a los perdidos a arrepentirse de sus pecados, a volverse a Él y a caminar en su voluntad, conforme a su palabra, andando así en su camino. De hecho, ese es el único camino que conduce al cielo. Todos los otros caminos llevan al infierno.

Si usted está perdido, necesita saber que el pecado le consumirá a menos que se aparte de él y venga a Dios. Puede que piense que está controlando la atención en su vida, y que es el dueño de su propio destino. Pero, la verdad es muy diferente. El pecado es un maestro engañoso y cruel. Lo guiará junto con sus placeres y lo seducirá con sus promesas, pero, “al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor” (Proverbios 23:32).

El camino del pecado siempre conduce a la desilusión, la derrota y la muerte. El camino del pecado siempre nos aleja de la paz, la esperanza y la alegría. El camino del pecado siempre termina en los fuegos del infierno.

Hay un solo remedio para el pecado y ese remedio es Jesucristo. Jesucristo fue a la cruz a morir a favor de los pecadores. Él dio su vida para que el pecador pueda gozar de una nueva vida. Vino para aquellos que, como Abel, entienden que necesitan un Salvador. Él vino por los perdidos, por los necesitados. Así lo dijo el Señor, “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17)

Dios no puede ayudar a alguien como Caín. Nadie puede. La persona que se niega a reconocer su condición espiritual y que se niega a arrepentirse del pecado no puede ser salva, y de hecho, ¡no lo será! Todos aquellos que están perdidos y permanecen así se caracterizan por un corazón impenitente.

EL CAMINO DE CAÍN, ES CARACTERIZADO POR UN CORAZÓN SIN DIOS.

En los versos 8 al 10 de Génesis 4, leemos: “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. 9Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? 10Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”.

Estos últimos versos de nuestro texto demuestran el resultado del pecado. En el caso de Caín, como en el caso de todos los demás pecadores, la condición del corazón determinó el curso de su vida. La bestia del pecado se abalanzó sobre Caín y devoró su corazón, su conciencia e incluso su amor por su hermano. Note cómo el pecado se manifestó en la vida de Caín.

Caín asesinó a su hermano (v. 8).

¿Cómo lo mató? Es probable que le haya cortado la garganta, así como se hacía con los animales que eran ofrecidos en sacrificio. Esa era la única manera en que Caín había visto “dar muerte”.

¿Por qué Caín lo mató? Él estaba celoso. Abel tenía algo que Caín no tenía. Abel tenía una relación de fe con Dios, y los incrédulos siempre demuestran animosidad y enojo hacia las personas de fe. Esto es lo que sucedió aquí. De vuelta en el verso 5, la Biblia dice que Caín se enojó por el rechazo que Dios hizo de su ofrenda. Caín estaba enojado con Dios, a quien no podía matar; pero también estaba celoso de su hermano, a quién sí podía matar. El odio que Caín tenía para con Dios se manifestó en su odio contra su hermano. La ira hacia Dios en su corazón se reveló en el asesinato de su hermano.

Caín miente a Dios con respecto a su hermano (v. 9).

Dios se acerca a Caín y le pregunta sobre el paradero de Abel. Esto es lo mismo que Dios hizo cuando Adán y Eva cayeron en pecado. En Génesis 3:9, Dios vino a buscar a la pareja caída y preguntó, “¿Dónde estás tú?” Por su parte, Caín respondió al Señor con una mentira. Él dijo: “No sé”. Esta es otra indicación de que el pecado ha tomado el control de su corazón y de su vida. Luego responde al Señor con puro sarcasmo: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”  Este es un juego de palabras. En el verso 2, de Abel se dice que es “pastor de ovejas”. Y aquí, Caín le dice a Dios, “¡Yo no soy su pastor! Él no es mi responsabilidad”.  Es como si Caín le reprocha a Dios, diciendo, “Ya que lo prefieres tanto, ¿por qué no le sigues a él?”

Dios sabe lo que ha hecho Caín con su hermano (v. 10).

Dios le dice a Caín que Él sabe lo que ha hecho. Dice que la sangre de Abel “clama a mí desde la tierra”. La sangre de Abel no estaba en silencio. Clamó por justicia, y la justicia fue lo que recibió Caín.

Aquí es importante considerar una verdad fundamental. La condición del corazón determina el curso de la vida. Aquello que se ve externamente en la vida es una revelación del carácter y la condición del corazón. En la vida de Caín, el pecado se hizo evidente por la “ira”, los “celos”, el “odio”, el “asesinato” y la “mentira”. Un pecado siempre lleva a otro, cuando no rompemos con él de inmediato. Todas esas acciones pecaminosas demostraron que Caín poseía un corazón no redimido.

Si bien, no debemos juzgarnos unos a otros, esta verdad todavía se aplica hoy. ¡La vida siempre revela la condición del corazón! Podemos profesar cualquier cosa, pero la verdad de lo que somos se revela en la forma en que caminamos, en la forma en que hablamos, en la forma en que pensamos y en la manera en que nos acercamos a Dios. Al respecto, las Escrituras dicen:

“Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque éste determina el rumbo de tu vida” (Proverbios 4:23. NTV)
“Generación de víboras, ¿cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.” (Mateo 12:34-35. RV1909. SBT)

“Jesús les dijo: «¿Tampoco ustedes han podido entender? 17¿No entienden que todo lo que entra por la boca se va al vientre, y luego se echa en la letrina? 18Pero lo que sale de la boca, sale del corazón; y esto es lo que contamina al hombre. 19Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. 20Estas cosas son las que contaminan al hombre. El comer sin lavarse las manos no contamina a nadie.»” (Mateo 15:16-20. RVC)

CONCLUSIÓN.

¿Qué dice tu vida sobre la condición de tu corazón?

En los versos 11 al 13, de Génesis 4, se narra el resto de la trágica historia de Caín. Él es castigado por Dios. El suelo está maldito por él. Para un granjero esto sería devastador. Dios le dijo, “Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza” (v. 12)

El verso 13 nos permite saber que Caín reconoció la severidad de su castigo. Él pagó un alto precio por su pecado durante todos los días que vivió en este mundo. Fue expulsado de su hogar y de entre su familia. Fue consignado a una existencia horrible y desesperada.

El nombre Caín aparece en la Biblia veintidós veces en dieciocho versículos (RV1960). Su nombre aparece solo tres veces en el Nuevo Testamento, y cada vez que aparece se usa de manera negativa.

El verso que se destaca para mí es 1 Juan 3:12, que dice, “No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano…”. Esos versos nos dicen el destino final de Caín. Él “era del maligno”. Aquí hay un pensamiento serio; Caín fue el primer niño nacido en este mundo. Nació de padres que obviamente no eran perfectos, pero que conocían a Dios. Habían caminado con Dios y le habían enseñado la verdad. Tenía un hermano que también conocía a Dios y que sabía cómo acercarse a Dios. Sin embargo, Caín era un hombre perdido, y al final, siendo el primer bebé nacido en el mundo, también será, probablemente, el primer hombre del que se sabe que terminará en el infierno.

¡No deje que a usted le pase lo mismo! No dirija sus pasos por “el camino de Caín”. Reconozca que necesita un Salvador, y solo hay uno. Su nombre es Jesucristo. Él murió en la cruz para abrir un camino de salvación para usted. Si viene a Dios a través de Él, será aceptado por Dios, y sus pecados serán perdonados. Si intenta ir por otro camino, morirá en sus pecados, y terminará en el Infierno. Jesús dijo, “yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).  Nuestro mundo está lleno de personas que caminan en “el camino de Caín”. Si usted es uno de ellos, ¡venga a Cristo y sea salvo hoy!

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