Cualquiera que lea Génesis con
cuidado, se percata que es el libro de los comienzos. Génesis registra el
comienzo del universo, el mundo, el sol, la luna y las estrellas, la vida
animal, la vida vegetal y la vida humana; junto con muchas otras cosas
importantes.
En los primeros once capítulos de
Génesis aparecen muchas “primeras” cosas. El primer hombre, la primera mujer,
el primer mandamiento de Dios, el primer matrimonio, el primer hogar, el primer
pecado, la primera muerte, el primer sacrificio, el primer culto, el primer
asesinato, la primera maldición, y así sucesivamente.
En este pasaje, el Señor nos da
un vistazo dentro de la primera familia del mundo. Y no es que sean los únicos,
pero Caín y Abel, hijos de Adán y Eva, son el centro de atención de los
versículos que en esta ocasión estaremos abordando.
Este pasaje es muy rico en
diversos temas. No obstante, en esta ocasión estaré abordando el que, creo yo,
es el más importante de todos. En la vida de Caín, se ve un retrato de cada
pecador perdido que ha existido. Caín es el arquetipo, el prototipo de todo
pecador que lo siga a ese mundo. Cuando uno ve detenidamente a Caín, se hace
evidente la encarnación de Proverbios 16:26, que dice, “Hay camino que parece derecho al
hombre, pero su fin es camino de muerte”. Este verso describe perfectamente la vida de
Caín. Pero también describe las vidas de todos aquellos que viven, no por fe,
sino que caminan según la carne. Es un estilo de vida que la Biblia llama “el
camino de Caín” (Judas 11). El pasaje que estudiaremos hoy revela las
características de todos aquellos que se niegan a vivir la vida según la
Palabra y la voluntad de Dios.
Cuando escuche estas
características, le pido que examine su corazón. Si ve estas características en
su vida, usted necesita ser rescatado de ellas. Le animo a creer en el
Evangelio de todo corazón, y a buscar la salvación en Cristo. Si usted es
cristiano, y ve estas características en quienes le rodean, le reto a que los
lleve en oración, siempre haciendo un esfuerzo conjunto para guiarles por el
camino del arrepentimiento.
Exploremos el Camino de Caín por
unos momentos. Permítame señalar, a partir de este texto, las características
de quienes caminan ese camino.
EL CAMINO DE CAÍN, ES CARACTERIZADO POR UN CORAZÓN INCRÉDULO.
Dice Génesis 4:1-5, “Conoció
Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad
de Jehová he adquirido varón. 2Después dio a luz a su hermano Abel.
Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. 3Y
aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda
a Jehová. 4Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas,
de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; 5pero
no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera,
y decayó su semblante”.
Este capítulo comienza con una
imagen de gran esperanza. Después de que Adán y Eva pecaron en el Edén, fueron
expulsados de ese hermoso jardín por el Señor (Génesis 3:23-24a). Dios colocó
un ángel con una espada de fuego en la entrada del Edén para evitar que Adán y
Eva vuelvan a entrar al jardín y coman del “árbol de la vida” (Génesis 3:24b).
Adán y Eva fueron expulsados del
Jardín del Edén y se vieron obligados a buscar una existencia exigua trabajando
el terreno para su alimento. Sus vidas, que habían sido tan perfectas hasta
antes de pecar, cambiaron en todos los sentidos. Ahora, sus vidas giraban en
torno al trabajo duro, el trabajo incesante y el arrepentimiento sin límites. Los
días de caminar con el Señor en el fresco del jardín habían terminado. Fueron
consignados a una vida de dolor, pena, trabajo y, finalmente, muerte. Toda la
esperanza parecía haberse ido.
Pero luego, Génesis 4:1, dice, “Conoció
Adán a su mujer Eva, la cual concibió”. ¡De pronto hubo esperanza! De
repente, frente a una muerte segura, surgió la maravilla de una nueva vida, la
esperanza de un nuevo comienzo y la promesa de un mañana mejor.
Ahora, antes de avanzar en este
verso, es importante señalar algo importante. La Biblia dice que Adán “conoció”
a su esposa. Esta palabra se usa en la
Biblia con diversos matices muy profundos. Implica “intimidad”, “conocer a
plenitud”, “conocer por experiencia”. Pero, también se usa como eufemismo para
hacer referencia a “relaciones sexuales”. Y es así como se usa en este texto.
Adán y Eva se unieron en una unión física. Y aunque ese es el sentido aquí, aun
así, no se debe descargar a la palabra de su esencia. No se llevó a cabo una
simple unión física. La palabra “conocer” sugiere, además de la unión física,
una conexión mucho más profunda entre un hombre una mujer casados. En nuestro
mundo actual, la unión de un hombre y una mujer es a veces rebajadas a una
simple y sencilla unión física de carácter sexual. Vivimos en una cultura que
ha abaratado y hasta manchado la relación sexual entre el hombre y la mujer. La
mayoría de las personas en nuestra cultura cree que pueden participar en
relaciones sexuales ocasionales, y aun así experimentar satisfacción a largo
plazo en sus relaciones. Están equivocados. Las personas se involucran en
actividades sexuales ilícitas sin entender el significado profundo detrás de lo
que están haciendo. Hay más en la experiencia sexual human que el mero placer
físico. La visión del sexo que domina en nuestra sociedad está distorsionada, y
a la vez, deforma la intención que Dios tuvo con el don de la sexualidad en la
humanidad.
Cuando la Biblia dice que “Adán
conoció a su mujer”, se refiere no solo a la unión física, sino al
hecho natural ejercido con el compromiso de conocer a una persona en todas sus
dimensiones. Ese compromiso debería ser conocido por todos. Debe ser estudiado
a profundidad, no solo por matrimonios, sino también por los que han de
iniciarse en el matrimonio. Aquellos que quieren tener una actividad sexual,
deben también entender lo que implica dichas relaciones. Ellas responden a un
plan y un propósito divino. Esa unión no solo es carnal, pues también se
involucra el corazón, se incluye una meta de vida, se incluye la vida misma. Si
las personas vieran en las relaciones sexual algo más que carne, el sexo
prematrimonial y el adulterio dejarían de ser uno de los más grandes y graves
problemas con los que adolece nuestro mundo.
Entonces, una nueva vida ha
comenzado. Eva, al igual que miles de millones de sus hijas a seguir, debe
haber estado entusiasmada con el crecimiento del bebé en su vientre. Me la
imagino llamando a Adán para sentir al bebé patear contra su vientre. Puedo
verlo colocando su oreja contra su vientre, escuchando el pequeño latido del
corazón dentro. Fue una época de nuevas posibilidades, esperanza renovada y
emocionante expectación.
Entonces, un día, la espera había
terminado. Eva dio a luz a su bebé. Eva fue la primera mujer en experimentar el
dolor del parto, y después de esa experiencia, fue la primera en experimentar
la alegría de tener en sus brazos a un bebé recién nacido.
Eva llamó al bebé “Caín”.
El nombre significa “He adquirido”. Eva le da a Dios la gloria para su nuevo
bebé. Ella dice, “Por voluntad de Jehová he adquirido varón”. Ella vio este
nacimiento como un tiempo de bendición divina en su vida, en su familia y en su
mundo. Luego, vino otro bebé, al que llamaron “Abel”. Su nombre
significa “soplo” o “vanidad”. El nombre resultaría profético, ya que su
segundo hijo pereció como una respiración que exhalaba en el aire.
Estos chicos pueden haber sido
gemelos. El versículo 2 se refiere al
nacimiento de Abel sin mencionar una segunda concepción. Si fueron o no, no
importa. Lo que importa es que la tristeza de Adán y Eva por su pecado y por su
comunión perdida con el Señor, es algo mitigada por sus hijos. Esos bebés
trajeron la esperanza a un mundo que debe haber parecido tan desesperado. Los
bebés poseen ese poder, ¿no es así? A menudo traen alegría, risas y esperanza
para el mañana cuando esas criaturas diminutas, que se menean y lloran, vienen
al mundo.
Estos dos muchachos crecieron
juntos en la misma casa. Tenían los mismos padres, recibieron las mismas
instrucciones, vieron las mismas cosas y compartieron las mismas
experiencias. Pero, a medida que
crecían, las diferencias comenzaron a surgir.
Cuando llegó el momento de elegir
un trabajo, ambos eligieron vocaciones honorables. Caín siguió los pasos de su
padre y se convirtió en granjero. Abel se convirtió en un pastor. Ambas
vocaciones fueron importantes y ayudaron a sostener a la familia.
En algún momento, probablemente
cuando llegaron a la edad adulta, estos jóvenes se presentaron ante el Señor
para adorar. Estoy seguro de que habían sido entrenados por sus padres en
cuanto a cómo debían acercarse a Dios. ¿Te imaginas qué tipo de maestros
habrían sido Adán y Eva? Sabían lo que era caminar con Dios, sabían lo que era
perder esa dulce comunión. Estaban allí cuando Dios los confrontó por su pecado
y cuando a un animal fue sacrificado para cubrir su desnudez (Génesis 3:21). Me
imagino que compartieron esa información con sus hijos. Me pregunto cuántas
veces Adán se sentó junto con ellos y les contó acerca de Dios, y cómo fue
adorado. Me pregunto cuántas veces Eva
les advirtió que escucharan al Señor y no al tentador.
Entonces, en los versículos 3 y
4, Caín y Abel se presentan ante Dios para hacerle una ofrenda. La Biblia dice
en el versículo 4 que, “miró Jehová con agrado a Abel y a su
ofrenda”. Luego el versículo 5, dice, “pero no miró con agrado a Caín y
a la ofrenda suya”. La frase, “con agrado”, implica mirar algo con
aprobación. Dios miró con aprobación una ofrenda y la otra no.
La Biblia dice que “Caín
trajo del fruto de la tierra” (v. 3), mientras que “Abel trajo también de los
primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas” (v. 4). Dios
aprobó la ofrenda de Abel, pero rechazó la de Caín. ¿Cuál fue la diferencia?
He escuchado todo tipo de teorías
acerca de por qué se aceptó una ofrenda y la otra se rechazó. Creo que ese
rechazo no tuvo nada que ver con lo que ofrecieron. No creo que Dios haya
rechazado la ofrenda de Caín por no ser un sacrificio animal.
Si bien, puedo aceptar que el
tipo de sacrificio ofrecido aquí jugó un papel importante en el hecho de que
Dios rechazó uno y aceptó el otro, aun así, creo que hay más que eso. Cuando
Adán y Eva pecaron en Edén, Dios sacrificó a un animal inocente para cubrir su
desnudez (Génesis 3:21). Cuando Dios hizo eso, estableció el hecho de que, sin
muerte y sin sangre, no hay remisión de pecados (Hebreos 9:22). Sin embargo,
tanto en Deuteronomio como en Levítico, Dios le dijo a Israel que ofreciera
granos y alimentos para agradecerle por sus bendiciones y reconocerlo como la
fuente de todas sus provisiones. Así que, dependiendo de su propósito, ambas
ofrendas son aceptables a Dios.
En el Jardín del Edén, Dios
estableció un patrón para acercarse a Él que nunca ha cambiado. El sacrificio
final se hizo cuando Jesucristo vino al mundo y dio su vida en la cruz a favor
de los pecadores, derramando Su sangre perfecta y sin pecado para redimir a los
perdidos, satisfaciendo las demandas de Dios sobre el pecado, y lavando al
pecador para limpiarlo (1 Pedro 1:18-19; Apocalipsis 1:5). Solo hay un camino
para que el hombre venga a Dios.
Desde el Génesis hasta el
Apocalipsis, el método de Dios para limpiar el pecado siempre ha sido el mismo:
se necesita la sangre de un sacrificio inocente para limpiar al pecador de sus
pecados (Hebreos 9:22). El sacrificio y
su respectivo derramamiento de sangre se llevó a cabo en el Edén (Génesis
3:21). Lo vemos en Egipto, durante la
Pascua, cuando la muerte y la sangre del cordero protegió al pueblo de Israel
del ángel de la muerte (Éxodo 12:1-13). Se ve esto a lo largo de la historia de
Israel, cuando el Sumo Sacerdote, en el Día de la expiación, entró en el Lugar
Santísimo con la sangre del sacrificio expiatorio (Levítico 16:16-28). Culmina
en el Calvario cuando el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, fue crucificado
para la redención del pecador (2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24).
Pero, ¿por qué la sangre es tan
importante? Porque el pecado produce muerte. Luego, lo que expía el pecado debe
ser lo que da vida: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la
he dado para expiación sobre el altar por vuestras almas, y la misma sangre
hará expiación de la persona” (Levítico 17:11). Por esta razón, “casi
todo es purificado según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no
se hace remisión” (Hebreos 10:4). Los sacrificios de épocas pasadas, no
fueron sino tipos y sombras de un mayor sacrificio del cual está escrito: “Pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:12).
Observe la redacción del
versículo 4, “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más
gordo de ellas”. La palabra “primogénitos” sugiere “lo mejor”.
La frase, “de lo más gordo de ellas”, habla de una cuidadosa preparación.
Abel seleccionó cuidadosamente el mejor animal que tenía. Se tomó el tiempo
para preparar el sacrificio. Lo llevó ante el Señor, y lo ofreció por fe. Abel se esforzó por ofrecer un sacrificio que
agradó al Señor.
En Génesis 3:21, Dios estableció
el patrón para el sacrificio: se requería sangre. En Génesis 3:15, Dios
prometió que un día vendría un Salvador. El sacrificio de Abel dijo que creía a
Dios, y que su fe fue aceptada por el Señor.
El escritor de Hebreos dijo esto
sobre el sacrificio de Abel: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente
sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando
Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella” (Hebreos
11:4). El sacrificio de Abel dijo: “¡Te creo, Señor!”
Su sacrificio reveló la condición
de su corazón. Él amaba a Dios. Él honró la Palabra de Dios. Él creyó en la
promesa de Dios de enviar un Salvador. Y, según el versículo 5, Dios aceptó a
Abel y su ofrenda. 1 Juan 3:12 dice que
sus “obras”
eran “justas”.
La fe de Abel en Dios, le resultó en que Dios lo declarara justo.
Caín, por otra parte, trajo “del
fruto de la tierra”. No hay evidencia de fe en las promesas de Dios. No
hay evidencia de preparación. La ofrenda de Caín decía, “Sé lo que dijiste, pero esto es lo que quiero darte. Lo tomas o lo dejas”. La ofrenda de Caín
fue un acto de adoración falsa que decía, “Mi
camino funcionará tan bien como el tuyo”. Al instante descubrió que no
funcionaba de esa manera, porque Dios rechazó tanto a Caín como a su ofrenda.
Creo que Caín estaba simplemente siguiendo una forma, no habiendo amor en su
corazón por Dios, ni gratitud a Dios por sus bendiciones. No había fe.
En Abel, hay un reconocimiento
del pecado y de su necesidad de un Salvador. En Caín, no hay ninguno. Caín
tampoco reconoció que era un pecador o que necesitaba un Salvador. Debido a su
falta de fe y dependencia en sí mismo, Dios lo rechazó a él y a su ofrenda.
Hay una advertencia aquí que debemos
prestar atención. Dios no aceptará nuestra religión. Él no aceptará nuestras
obras. Él no aceptará nada que podamos hacer para intentar salvarnos a nosotros
mismos. Lo único que Dios aceptará es lo que ya ha provisto. Él no aceptará
nada más que fe en el sacrificio expiatorio y la resurrección del Señor
Jesucristo (Juan 14:6; 16:31; Efesios 2:8-9).
Caín reveló su condición perdida
a través de un corazón incrédulo. Él se negó a venir a Dios a la manera de
Dios. En resumen, rechazó el Evangelio de la gracia y Dios lo rechazó a
él. ¿Qué dice su corazón sobre
usted? ¿Ha creído en el evangelio?
¿Confía en Jesús y en lo que hizo como la única esperanza que tiene para su
salvación? ¿Esta su esperanza en otras cosas?
Las buenas obras son importantes,
como importante es la membresía en la iglesia local y el bautismo. Todo ello es
importante, pero nunca deben ser puesto por encima del Salvador. Mucha gente
tiene fe en que será salva por estar en la “iglesia correcta” y no por estar
“en Cristo”. Otras tienen fe en que serán salvas por el “bautismo correcto”,
pero no por estar “en Cristo”. Otros tienen fe en que serán salvas por seguir
una “doctrina correcta”, pero no por estar “en Cristo”. Todo aquello es
importante, pero toda la gloria debe ser dirigida a la persona correcta, al
Salvador, al “autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2).
EL CAMINO DE CAÍN ES CARACTERIZADO POR UN CORAZÓN NO ARREPENTIDO.
En Génesis 4:5-7, leemos, “pero
no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera,
y decayó su semblante. 6Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has
ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? 7Si bien hicieres, ¿no
serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo
esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”.
Tan pronto como Caín se dio
cuenta de que su ofrenda había sido rechazada por Dios, la Biblia dice que “decayó
su rostro”. Esto significa que toda su conducta cambió. Él fue abatido.
No podía aceptar que Dios haya aceptado la ofrenda de Abel y rechazara la suya.
Dios sabe lo que hay en el
corazón de Caín, así que en los versos 6 al 7, Dios le habla a Caín y le
pregunta por qué está tan molesto. En el verso 5 leemos la frase hebrea
“va-yijár le-Qaín”, que significa, “Caín
se enfureció”; haciendo referencia a la ira de Caín, quien estaba ardiendo
de celos y coraje contra su hermano. Es entonces que Dios le dice a Caín en el
verso 7 que, si él hiciera lo correcto, también sería su ofrenda aceptada. No,
Dios no lo está llamando a ofrecer otra clase de ofrenda, más bien, le está
llamando a cambiar su corazón, a volverlo al Señor.
Dios quiere que Caín se
arrepienta de su actitud hacia Dios y que camine con Dios en fe, humildad y
sumisión; así como lo hace Abel su hermano. Dios está buscando producir un
cambio de corazón y un cambio de mentalidad en Caín.
Dios le advierte que el pecado es
como una bestia salvaje agazapada que yace fuera de la puerta, lista para
saltar. Esa bestia está esperando para abalanzarse sobre Caín y devorarlo. Si
Caín hubiese venido a Dios conforme a su voluntad, entonces él podría tener
control sobre esa bestia. Pero si no cambia, si no se arrepiente y busca honrar
a Dios y su camino, entonces el pecado lo controlará.
Sabemos cuál camino eligió Caín.
Se negó a arrepentirse. Se negó a amar al Señor. Se negó a caminar en el plan
de Dios. Y, el pecado lo consumió.
Todos los incrédulos que han
pasado por este mundo, desde Caín en adelante han tenido el mismo problema.
Poseen un corazón impenitente. El pecador perdido es esclavo del pecado
(Efesios 2:1-3; Juan 8:44). Dios llama a los perdidos a arrepentirse de sus
pecados, a volverse a Él y a caminar en su voluntad, conforme a su palabra,
andando así en su camino. De hecho, ese es el único camino que conduce al
cielo. Todos los otros caminos llevan al infierno.
Si usted está perdido, necesita
saber que el pecado le consumirá a menos que se aparte de él y venga a Dios.
Puede que piense que está controlando la atención en su vida, y que es el dueño
de su propio destino. Pero, la verdad es muy diferente. El pecado es un maestro
engañoso y cruel. Lo guiará junto con sus placeres y lo seducirá con sus
promesas, pero, “al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor”
(Proverbios 23:32).
El camino del pecado siempre
conduce a la desilusión, la derrota y la muerte. El camino del pecado siempre
nos aleja de la paz, la esperanza y la alegría. El camino del pecado siempre
termina en los fuegos del infierno.
Hay un solo remedio para el
pecado y ese remedio es Jesucristo. Jesucristo fue a la cruz a morir a favor de
los pecadores. Él dio su vida para que el pecador pueda gozar de una nueva
vida. Vino para aquellos que, como Abel, entienden que necesitan un Salvador.
Él vino por los perdidos, por los necesitados. Así lo dijo el Señor, “Los
sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a
justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17)
Dios no puede ayudar a alguien
como Caín. Nadie puede. La persona que se niega a reconocer su condición
espiritual y que se niega a arrepentirse del pecado no puede ser salva, y de
hecho, ¡no lo será! Todos aquellos que están perdidos y permanecen así se
caracterizan por un corazón impenitente.
EL CAMINO DE CAÍN, ES CARACTERIZADO POR UN CORAZÓN SIN DIOS.
En los versos 8 al 10 de Génesis
4, leemos: “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que
estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. 9Y
Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo
acaso guarda de mi hermano? 10Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz
de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”.
Estos últimos versos de nuestro
texto demuestran el resultado del pecado. En el caso de Caín, como en el caso
de todos los demás pecadores, la condición del corazón determinó el curso de su
vida. La bestia del pecado se abalanzó sobre Caín y devoró su corazón, su
conciencia e incluso su amor por su hermano. Note cómo el pecado se manifestó
en la vida de Caín.
Caín asesinó a su hermano (v. 8).
¿Cómo lo mató? Es
probable que le haya cortado la garganta, así como se hacía con los animales
que eran ofrecidos en sacrificio. Esa era la única manera en que Caín había
visto “dar muerte”.
¿Por qué Caín lo mató? Él
estaba celoso. Abel tenía algo que Caín no tenía. Abel tenía una relación de fe
con Dios, y los incrédulos siempre demuestran animosidad y enojo hacia las
personas de fe. Esto es lo que sucedió aquí. De vuelta en el verso 5, la Biblia
dice que Caín se enojó por el rechazo que Dios hizo de su ofrenda. Caín estaba
enojado con Dios, a quien no podía matar; pero también estaba celoso de su
hermano, a quién sí podía matar. El odio que Caín tenía para con Dios se
manifestó en su odio contra su hermano. La ira hacia Dios en su corazón se
reveló en el asesinato de su hermano.
Caín miente a Dios con respecto a su hermano (v. 9).
Dios se acerca a Caín y le
pregunta sobre el paradero de Abel. Esto es lo mismo que Dios hizo cuando Adán
y Eva cayeron en pecado. En Génesis 3:9, Dios vino a buscar a la pareja caída y
preguntó, “¿Dónde estás tú?” Por su parte, Caín respondió al Señor con
una mentira. Él dijo: “No sé”. Esta es otra indicación de
que el pecado ha tomado el control de su corazón y de su vida. Luego responde
al Señor con puro sarcasmo: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Este es un juego de palabras. En el verso 2,
de Abel se dice que es “pastor de ovejas”. Y aquí, Caín le
dice a Dios, “¡Yo no soy su pastor! Él no es mi responsabilidad”. Es como si Caín le reprocha a Dios, diciendo,
“Ya que lo prefieres tanto, ¿por qué no le sigues a él?”
Dios sabe lo que ha hecho Caín con su hermano (v. 10).
Dios le dice a Caín que Él sabe
lo que ha hecho. Dice que la sangre de Abel “clama a mí desde la tierra”.
La sangre de Abel no estaba en silencio. Clamó por justicia, y la justicia fue
lo que recibió Caín.
Aquí es importante considerar una
verdad fundamental. La condición del corazón determina el curso de la vida.
Aquello que se ve externamente en la vida es una revelación del carácter y la
condición del corazón. En la vida de Caín, el pecado se hizo evidente por la
“ira”, los “celos”, el “odio”, el “asesinato” y la “mentira”. Un pecado siempre
lleva a otro, cuando no rompemos con él de inmediato. Todas esas acciones
pecaminosas demostraron que Caín poseía un corazón no redimido.
Si bien, no debemos juzgarnos
unos a otros, esta verdad todavía se aplica hoy. ¡La vida siempre revela la
condición del corazón! Podemos profesar cualquier cosa, pero la verdad de lo
que somos se revela en la forma en que caminamos, en la forma en que hablamos,
en la forma en que pensamos y en la manera en que nos acercamos a Dios. Al
respecto, las Escrituras dicen:
“Sobre todas las cosas cuida tu
corazón, porque éste determina el rumbo de tu vida” (Proverbios 4:23.
NTV)
“Generación de víboras, ¿cómo
podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla
la boca. 35El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas
cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.” (Mateo
12:34-35. RV1909. SBT)
“Jesús les dijo: «¿Tampoco
ustedes han podido entender? 17¿No entienden que todo lo que entra
por la boca se va al vientre, y luego se echa en la letrina? 18Pero
lo que sale de la boca, sale del corazón; y esto es lo que contamina al hombre.
19Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las
blasfemias. 20Estas cosas son las que contaminan al hombre. El comer
sin lavarse las manos no contamina a nadie.»” (Mateo 15:16-20. RVC)
CONCLUSIÓN.
¿Qué dice tu vida sobre la
condición de tu corazón?
En los versos 11 al 13, de
Génesis 4, se narra el resto de la trágica historia de Caín. Él es castigado
por Dios. El suelo está maldito por él. Para un granjero esto sería devastador.
Dios le dijo, “Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza” (v.
12)
El verso 13 nos permite saber que
Caín reconoció la severidad de su castigo. Él pagó un alto precio por su pecado
durante todos los días que vivió en este mundo. Fue expulsado de su hogar y de
entre su familia. Fue consignado a una existencia horrible y desesperada.
El nombre Caín aparece en la
Biblia veintidós veces en dieciocho versículos (RV1960). Su nombre aparece solo
tres veces en el Nuevo Testamento, y cada vez que aparece se usa de manera
negativa.
El verso que se destaca para mí
es 1 Juan 3:12, que dice, “No como Caín, que era del maligno y mató a
su hermano…”. Esos versos nos dicen el destino final de Caín. Él “era
del maligno”. Aquí hay un pensamiento serio; Caín fue el primer niño
nacido en este mundo. Nació de padres que obviamente no eran perfectos, pero
que conocían a Dios. Habían caminado con Dios y le habían enseñado la verdad.
Tenía un hermano que también conocía a Dios y que sabía cómo acercarse a Dios.
Sin embargo, Caín era un hombre perdido, y al final, siendo el primer bebé
nacido en el mundo, también será, probablemente, el primer hombre del que se
sabe que terminará en el infierno.
¡No deje que a usted le pase lo
mismo! No dirija sus pasos por “el camino de Caín”. Reconozca que
necesita un Salvador, y solo hay uno. Su nombre es Jesucristo. Él murió en la
cruz para abrir un camino de salvación para usted. Si viene a Dios a través de
Él, será aceptado por Dios, y sus pecados serán perdonados. Si intenta ir por
otro camino, morirá en sus pecados, y terminará en el Infierno. Jesús dijo, “yo
soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”
(Juan 14:6). Nuestro mundo está lleno de
personas que caminan en “el camino de Caín”. Si usted es uno de ellos, ¡venga a
Cristo y sea salvo hoy!
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