miércoles, 23 de enero de 2019

EL CORDERO PROMETIDO (Génesis 3:1-21).


Aquí es donde bien podemos decir, que por primera vez se anuncia el evangelio en toda la Biblia.   Sí, aquí, en medio de la tragedia más grande del hombre, está también la revelación de la mayor esperanza del hombrePorque es en este relato de pecado, juicio y muerte que encontramos por primera vez el mensaje del salvador y la Persona del Cordero de Dios. 

Consideremos el contexto.  Dios ha hecho al hombre a su imagen.   Él creó al hombre en perfecta inocencia y lo colocó en un ambiente perfecto.   A Adán se le ha dado dominio sobre toda la creación del Señor y se le ha presentado un compañero perfecto, una mujer llamada Eva.   Viven una existencia idílica, libre de dolor, enfermedad, muerte y tristeza.   Se satisfacen todas las necesidades que tienen y disfrutan de una comunión ininterrumpida y sin trabas con Dios mismo (Génesis 2:8-9). La única restricción que tienen se refiere al fruto de un árbol que se encuentra en el Jardín del Edén. Este árbol se llama, “el árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:9). Se advierte a Adán que se mantenga alejado de este árbol, porque comer su fruto, resultará en traer a la muerte a este mundo (Génesis 2:15-17; Romanos 5:12).

Bueno, durante un período indefinido de tiempo las cosas van bien en el Jardín, hasta que un día, cuando Eva se encuentra con aquella serpiente antigua, entonces la historia sufre un cambio radical y terrible. Esta serpiente le dice que Dios les ha mentido, que no morirán. Le dice que, la razón por la cual se les ha prohibido comer del árbol, es porque, cuando lo hagan, serán como Dios. Eva observa al fruto, y considera todas y cada una de sus características y beneficios; y entonces sucumbe a la tentación. Adán también cree a la misma mentira, y come así como ella.

Y así, ¡en un instante todo cambia! Ya no son inocentes y puros, sino que se han convertido en pecadores. Se han convertido en seres caídos. Inmediatamente se dan cuenta que todo ha cambiado. Se avergüenzan por su condición desnuda y tratan de cubrirse con hojas de higuera (v. 7). En medio de esta tragedia, Dios entra en el Jardín para tener comunión con ellos. Él los llama porque se han escondido (v. 8). Dios sabe lo que han hecho y extrae una confesión de Adán (v. 10-12). Entonces comienza el juego de la culpa. Adán culpa a Eva y a Dios, mientras que Eva culpa a la serpiente (v. 12-13). Dios pronuncia juicio de inmediato sobre Adán, Eva y la serpiente; y Dios los echa del Jardín del Edén.

Sin embargo, justo en medio de esta tragedia hay un destello de esperanza. El versículo 15 brilla en esta oscuridad como un gran faro, que ilumina la asombrosa gracia de Dios. Este versículo ha sido llamado el “Protoevangelium”.  Esa es una palabra latina que significa “Primer Evangelio”. Aquí, en forma de semilla, está el Evangelio de la salvación a través de la gracia de Dios. Aquí, por primera vez, vemos un vistazo del Cordero de Dios, que más tarde se entregará a sí mismo. Aquí, tenemos las primeras pinceladas que anuncian el calvario, que dibujan la cruz para redimir al mundo perdido y muerto en el pecado. Aquí podemos ver el primer punto en el hijo escarlata de la redención que se abre camino a través de toda la Palabra de Dios. Este precioso versículo nos da la primera promesa en las Escrituras con respecto al cordero venidero.  Este pasaje revela verdades preciosas con respecto al cordero prometido. Le pido por favor me acompañe en todo este mensaje, donde estaremos meditando en el cordero prometido. 

EL CORDERO PROMETIDO ES ÚNICO.

Este cordero es único en su origen. Haciendo referencia a la mujer, en el versículo 15, se habla de “tu simiente”, indicando que este cordero será de la semilla de la mujer. Esta es una declaración interesante porque, según el diseño de Dios, la “semilla” es proporcionada por los miembros masculinos de cada especie. Pero aquí, se nos dice que la mujer producirá una descendencia sin la intervención de un hombre. Este versículo nos da el primer núcleo de una gran verdad que se revelará más completamente en el resto de la Biblia. Este verso es la primera profecía del nacimiento virginal del Señor Jesucristo. 

Yo no sé si Adán y Eva, así como el diablo mismo entendieron estas palabras, pero Dios fue bien específico en que enviaría a su cordero al mundo a través de una mujer sin la participación de un hombre.  Hoy sabemos que así fue exactamente como Jesús fue concebido. El profeta Isaías hizo eco de dicha promesa diciendo, “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” (Isaías 7:14). Fue exactamente eso lo que anunció el ángel Gabriel, tanto a la sorprendida virgen María (Lucas 1:26-35), como al mismo José, justo cuando pensaba dejar secretamente a su virgen esposa, por estar ella esperando un hijo que no era suyo (Mateo 1:18-25).

¿Porque es esto tan importante? La Biblia enseña claramente que el pecado y sus consecuencias mortales, fueron consecuencia de lo que hizo “un hombre” (Romanos 5:12). Por tanto, ningún hombre es candidato para ser el salvador de otros, pues “No hay justo, ni aun uno; 11No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. 12Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. 13Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; 14su boca está llena de maldición y de amargura. 15Sus pies se apresuran para derramar sangre; 16quebranto y desventura hay en sus caminos; 17y no conocieron camino de paz. 18No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-23). Un hombre no puede ser el salvador, necesitando él mismo ser salvado. ¿Quién entre los hombres es libre de culpa? Pablo dice que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).  Todos los que somos descendientes de aquel primer hombre, hemos heredado su misma naturaleza mortal. Por lo que todos y cada uno nos pudriremos al morir (Juan 11:39). No obstante, se anuncia la venida de un hombre que no nace bajo los términos convencionales y naturales que existen entre un hombre y una mujer. Por eso, la concepción de este salvador prometido es muy diferente a todos los nacimientos del mundo.

El cordero prometido vendría a este mundo, “nacido de mujer” (Gálatas 4:4), pero siendo “concebido del Espíritu Santo” (Mateo 1:18). Él sería más que “carne” (Juan 3:6), sería “el Hijo de Dios” (Juan 11:27). Fue así que él es el único calificado y aprobado para ser ofrecido como propiciación por nuestros pecados (Éxodo 12:5; Levítico 22:20; 1 Pedro 1:19; 1 Juan 2:2; 1 Juan 4:10). Esto hizo que el nacimiento de Jesús sea particularmente único. No fue un bebé común, sino que fue Dios en la carne (Juan 1:1, 14; Filipenses 2:8-11).

Este cordero es único en su obra. Este cordero venía al mundo para luchar contra las fuerzas del mal. Se nos dice que venía a “herir” la cabeza de la serpiente. Esto se refiere a una lesión fatal. Este cordero venía a este mundo, no para mostrar a los hombres una mejor manera de vivir. No venía a mejorar su entorno. No venía a mejorar su posición social. Venía a derrotar al mal. Esa fue su única misión (Juan 18:37; Hebreos 7:14). Este cordero prometido venía a liberar a la humanidad del pecado en el que acababa de caer. Muchos hombres y mujeres lucharían contra el mal a lo largo de los años, pero solamente este cordero prometido le daría un golpe mortal. Él venía a hacer para los hombres lo que nunca podrían hacer por sí mismos.   Él venía para asegurar su libertad y salvación del pecado.

EL CORDERO PROMETIDO Y SU PROPÓSITO. 

Él vendría como guerrero. La palabra “enemistad” no implica concordia o paz. Por supuesto, nos recuerda el cuidado y alejamiento natural que los humanos tienen por las serpientes, pero aquí hay mucho más que eso. La enemistad o el odio referido aquí es mucho más profundo que el de un hombre que odia a una serpiente. Se refiere al odio que Satanás posee hacia el Señor y todo lo que el Señor representa. Se refiere al odio que residía dentro del corazón del diablo que lo hizo atacar a Adán y Eva en el Jardín y los tentó a pecar. Es un odio que no desea nada menos que el derrocamiento del Señor y su reino. Es un odio que exige la muerte de Dios y la instalación de Satanás como soberano. Esa es la batalla que se estaba librando en Edén. Tenía menos que ver con la humanidad que con el deseo de Satanás de hacer la guerra al Dios Todopoderoso.

Se nos dice que el que viene, viene a este mundo como un guerrero. Él venía como uno que se involucraría en la guerra con un enemigo determinado. Él tomaría la lucha que Adán había perdido en el Jardín del Edén.   ¡Él vendría a luchar contra Satanás!

Por supuesto, Jesús hizo precisamente eso. Desde el momento en que se dio esta profecía en Génesis 3:15 hasta el momento en que Jesucristo murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, Satanás hizo todo lo que estuvo a su alcance para evitar que “la simiente de la mujer” naciera. Trabajó a través de Caín para matar a Abel (Génesis 4; 1 Juan 3:12).   Él buscó corromper la línea de sangre humana a través de matrimonios malvados (Génesis 6). Trató de matar a la gente de Israel en Egipto (Éxodo 1-2). Trató de provocar su destrucción llevándolos a una grave idolatría durante los años del reino de Israel, ¡pero no pudo!

Luego, cuando Jesús nació, Satanás trató de destruirlo cuando era un bebé (Mateo 2; Apocalipsis 12). Lo tentó para que sucumbiera ante al pecado (Mateo 4). Intentó que Jesús reclamara la corona sin ir a la cruz (Juan 6). Trató de matar al Salvador en el Jardín de Getsemaní para evitar su llegada a la cruz (Lucas 22), porque, llegando a la cruz, ¡la derrota sería una realidad para él! (Hebreos 2:14). Jesús, el bendito Cordero de Dios, vino a este mundo como un poderoso guerrero para ganar la lucha contra las fuerzas del mal y de la serpiente.

Él vendría como un ganador. Dios dijo a la serpiente, “tú le herirás en el calcañar”, haciendo referencia a la herida que hará el maligno a la simiente de la mujer. Pero, también se dice que la simiente de la mujer ¡le herirá en la cabeza! Este contraste entre “cabeza” y “calcañar”, hace hincapié en que la herida que la serpiente hace a la simiente de la mujer no es fatal.  Es interesante que la palabra “herir” bien puede ser entendida como “golpear”. ¿Qué efecto puede tener un golpe en el calcañar, en comparación con un golpe en la cabeza? La serpiente podría golpear el talón del Cordero, pero el Cordero aplastará la cabeza de la serpiente.       

Por supuesto, esto se cumplió en la cruz.   El Cordero de Dios soportó la muerte por los elegidos de Dios, ¡pero la muerte no pudo retenerlo! Al tercer día, exactamente como se había anunciado, se levantó de entre los muertos como el vencedor en la batalla más grande jamás librada.   Pero, con su muerte y resurrección, Él infligió un golpe mortal a la serpiente que, finalmente, terminará con él condenado a una eternidad en el eterno lago de fuego (Apocalipsis 20:10). 

La batalla inició desde el principio, y se extendió por toda la historia bíblica hasta el calvario. Fue allí cuando el cordero de Dios quedó en pie como el único vencedor. Ahora, todos los que le conocen disfrutarán de su victoria, gozando de las más ricas bendiciones espirituales. Cuando se levantó de entre los muertos, “primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15:20); y como tal, él promete vida eterna a todos los que le obedecen (Hebreos 5:9), y victoria aún sobre la muerte misma (Juan 5:24; Juan 11:25-26). Como cristianos, no solo estamos en el lado ganador, ¡estamos con el que ya ha ganado!

EL CORDERO PROMETIDO – UN RETRATO DE SU PERSONA.           

Dice Génesis 3:25, “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”. Mis hermanos, después de que Dios pronuncia juicio sobre los culpables, Él hace algo muy notable. Hace algo que nos debe llamar mucho la atención. Dios mismo lleva a cabo un sacrificio y usa su piel para hacer prendas para Adán y Eva.  En esta escena tan gráfica de la muerte, hay un maravilloso retrato del sacrificio del Cordero de Dios.

Es un retrato de sacrificio. ¿Alguna vez se ha imaginado el horror que debe haber llenado los corazones de Adán y Eva cuando fueron testigos, por primera vez, de la muerte de un ser vivo? Nunca antes habían visto sangre. Pero ahora, miran cómo Dios, con sus propias manos, sacrifica un animal para cubrir su vergüenza, para cubrir su desnudez. Fue en ese momento que vieron de primera mano el costo de su pecado.  Para que la vergüenza del hombre pueda ser cubierta, es necesario un sacrificio.  

Lo que vemos en este versículo es un retrato claro de lo que el Cordero de Dios haría a favor nuestro. Recuerda que Jesucristo es el Hijo de Dios.  Recuerda que Él nunca había pecado (1 Pedro 2:22), y por tanto, no merecía morir.  Recuerda que vino a este mundo para ser herido en el talón, pero también para aplastar la cabeza de la serpiente.

Ahora, no intente mirar hacia otro lado del Calvario. Vea el Cordero de Dios clavado en una cruz. Mire a sus atormentadores mientras escupen en su rostro. Mírelos mientras le arrancan la barba de sus mejillas. Escuche mientras se burlan de él.  Lo maldicen y lo ridiculizan.  Fíjese como es que, a pesar de que vino a este mundo para salvarlos, ellos mismos lo entregan para que lo crucifiquen.  ¿Puede escuchar el sonido del látigo mientras los golpes crueles y sin misericordia golpean una y otra vez sobre su espalda? ¿Puede percibir la agonía cuando él está clavado en esa cruz de madera, siendo levantado para ser puesto entre el cielo y la tierra para morir? Mírelo mientras la sangre brota de las heridas en su cabeza, su espalda, sus manos y sus pies. Mírelo mientras la sangre corre por la cruz, acumulándose entre las imperfecciones del suelo.  

Entienda que todo por lo que Él pasó; cada franja en su espalda; cada agonía que sufrió; cada desgracia que soportó; todo lo que sufrió durante su vida, su prueba y su muerte fue por sus pecados. El profeta dice que “fue desfigurado de los hombres su parecer” (Isaías 52:14), y lo hizo por usted. Él sangró por usted, y Él murió por usted (Isaías 53:4-6).

Tenga en cuenta que el Calvario es la tribuna desde donde Dios publica su evangelio. Es el lugar desde donde Dios grita su amor por el hombre caído (Romanos 5:8). Vea esa escena una y otra vez y considere cuál es el costo de su pecado. Vea la cruz y tome en cuenta el amor ilimitado que Dios ha mostrado por nosotros como pecadores. Vea al salvador sufriente, ¡y viva por ello!

Es un retrato de suficiencia. Después de que Adán y Eva pecaron y estuvieron consciente de su desnudez, intentaron cubrirse haciendo delantales de hojas de higuera. Pero, sus esfuerzos fueron insuficientes, tanto que aún se sentían desnudos. Por eso Dios sacrificó un animal inocente para proporcionar una cubierta para sus cuerpos. Dios quiso mostrarles, y a nosotros también, que las obras de la carne nunca pueden expiar o cubrir nuestros propios pecados. No hay nada que el hombre pecados pueda hacer para lograr la expiación de su propio pecado. Y así como ese día se hizo necesario el sacrificio de un inocente para cubrir su vergüenza, así se hizo necesario que el Cordero de Dios hoy en día fuese sacrificado para expiar nuestro pecado. Recuerde que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22), pero dado que el sacrificio del hombre no es eficaz contra el pecado, entonces la sangre del Cordero inocente es la única que puede lograr nuestra redención (cfr. Hebreos 9:22, 14).

Esta es una imagen clara de la incapacidad del hombre para hacerse presentable a Dios a través de sus propios esfuerzos. Como bien dijo el profeta, “todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”. (Isaías 64:6). No obstante, a través de la historia el hombre siempre ha tratado de “cocer vestiduras” para justificarse a sí mismo. No obstante, los esfuerzos del hombre nunca podrán lograr cubrir sus pecados, porque la vista del Dios todopoderoso es tan penetrante como su propia palabra, la cual, “penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Con las “hojas” podrá cubrir solamente aquello que ven los ojos humanos, pero no podrá cubrir aquello que está a la vista de Dios: “porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).  Con las “hojas”, es evidente que “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus” (Proverbios 16:2; Jeremías 17:10). Por tanto, el hombre necesita una cubierta que pueda cubrir todo aquello que ha sido manchado por el pecado. Cuando Jesús, el Cordero de Dios, vino a este mundo y murió en la cruz, proporcionó una cobertura suficiente para el pecado del hombre.  Cuando una persona obedece el evangelio y nace de nuevo, recibe vestiduras blancas para cubrir su vergüenza (Apocalipsis 3:19); y así, “ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia… sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3:9). Así que, usted puede cocer todas las hojas que quiera, sea una falsa religión, sean buenas obras, sea su vida moral, pero nada de eso puede cubrir su vergüenza, su pecado. Solamente el Cordero de Dios es suficiente. Él es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

CONCLUSIÓN.

Fue un día lamentable cuando Adán y Eva pecaron en el Jardín del Edén. Nuestro mundo sería muy diferente de nunca haber acontecido dicha tragedia. Sin embargo, debemos estar agradecidos con Dios por ser misericordioso ante nuestra necesidad de salvación. Él envió a su Hijo al mundo para ser ofrecido como propiciación por nuestros pecados. ¿Está usted viviendo conforme a ese sacrificio? ¿Se ha beneficiado usted de él, o sigue confiando en las “hojas”?

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