sábado, 19 de enero de 2019

Una visión bíblica de la vida humana (Génesis 1:26-28)


Cuando la sociedad se entera del sufrimiento que una persona está padeciendo por causa de una enfermedad, en medio de la cual la muerte parece la única salida adecuada y bondadosa, entonces es cuando se genera un debate relacionado con la vida y la muerte. Pero, ¿quién puede ser tomado como fuente de autoridad, para escuchar y atender en medio de tal controversia?

Es lamentable, pero estamos viviendo en un mundo donde la vida humana, sin importar el estrato social donde la encontremos, se ha convertido en algo de menos valor que la mercancía barata. A través del aborto, por ejemplo, muchas personas están haciendo grandes esfuerzos por desechar como basura a sus propios hijos antes que estén presentes en nuestro mundo. Para tales personas es más fácil deshacerse de individuos que son considerados como inútiles, o como un problema, cuando el mal estuvo en la falta de responsabilidad en la conducta sexual de aquellos que ven, en el drenaje, la única salida viable para evitar ser padres.

En los Países Bajos, en los que se tiene una política de eutanasia legalizada, solo en 1990, hubo 11,800 muertes relacionadas a dicha intervención. Estos representaron el 9% del total de muertes en ese año. En otras palabras, casi una de cada diez personas murió en los Países Bajos en 1990 por eutanasia, a manos de un médico, de una enfermera o de un miembro de la familia. No obstante, de estas 11,800 muertes, ¡unas 5,491 se realizaron sin el consentimiento del paciente!

¿Qué dice Dios sobre la vida humana? Cuando hablamos sobre “el derecho a vivir”, “a morir”, “el aborto” y la “eutanasia”, es de suma importancia considerar la perspectiva de Dios.  Es más, me atrevo a decir que no solo debemos considerar su perspectiva, sino que creo firmemente que él tiene la última palabra sobre estos importantes asuntos.

Entonces, examinemos la vida desde la perspectiva de Dios, para tener una visión bíblica sobre el tema. Para esto, meditemos en las siguientes tres verdades.

CREACIÓN DE LA VIDA HUMANA Y LA SOBERANÍA DE DIOS SOBRE ELLA.

Cada ser humano es un ser especial. La actividad de Dios en relación al ser humano, nos hace concluir esta verdad. El ser humano es la creación especial de Dios.

En Génesis 1:26-28, leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.  Todo lo que este texto dice acerca del hombre, no solo lo dice en relación al primer hombre, sino con respecto a todos y cada uno de los descendientes del primero. Cada ser humano es un ser especial. Cada ser humano goza de la misma imagen que el primero, y cada ser humano goza de la misma posición delante de Dios y de la creación. Ninguno es inferior a otro. Ninguno es menos humano, o hecho a una imagen distinta que no sea la de Dios mismo. Cada ser humano es especial.  

En Génesis 2:7, dice: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.  La antropología bíblica es clara. Toda persona es un ser humano, porque todos gozamos de la misma naturaleza física, la cual, según Dios, tiene el mismo origen: la tierra.  También, y dado que todos gozamos de vida, entonces todos hemos participado del mismo aliento. Entonces, cada ser humano es especial. Cuando un hombre cree ser superior a otro, y tener derecho sobre la vida de otros, entonces su visión de la vida es una que no se apega a la realidad. Su visión de la vida es extraña a Dios, y de hecho, es una perversión histórica en cuanto al origen del hombre se refiere. Solo el primer hombre tuvo el privilegio de haber sido formado por Dios mismo. Pero de allí en adelante, todos tenemos el mismo origen y la misma fuente de vida. Por eso, cada ser humano es especial.

Cuando meditamos seriamente en lo que dicen estos versículos bíblicos, es fácil darse cuenta que el hombre es el producto del poder creativo de Dios, y no el efecto de una evolución aleatoria que haya sufrido la naturaleza. El hombre no evolucionó de un organismo unicelular en el trascurso de millones de años tampoco. El hombre es la creación especial de Dios.

Si consideras la creación del universo, de la luz, de las plantas, así como de los animales, todos fueron creados por la Palabra de Dios. El hombre, sin embargo, fue formado por Dios del polvo de la tierra, y Dios mismos sopló la vida en las narices del hombre. El hecho de que Dios haya hecho todo esto por el hombre, dándole un trato y un cuidado especial en la creación, nos indica que existe una enorme diferencia entre los seres humanos y el resto de las cosas creadas.

¿Qué tan importante es, que niños, jóvenes y adultos conozcan estas verdades bíblicas? Es de suma importancia, porque uno de los mayores peligros para la humanidad, es creer que somos efecto de una evolución. Si la gente se convence de que la humanidad no es mas que un accidente, siendo el efecto de una evolución natural, entonces la vida humana pierde todo su valor. Si el hombre simplemente evolucionó, entonces no es diferente de un perro, o un gato, o un cerdo. Puedes matarlo, y así, sencillamente, deja de existir. No hay Dios, y si no hay Dios, entonces tampoco hay un alma que vaya a su encuentro para demandar justicia por nuestro crimen (cfr. Génesis 4:10; Apocalipsis 6:10).  Si no hay Dios, entonces no hay un cielo qué esperar, ni tampoco un infierno del que hay que escapar. El hombre así no es más que un animal, y así, puede ser eliminado si es necesario. Esta es la mentalidad que hay detrás de todo asesino, de todo médico promotor de la muerte, de todo gobierno genocida, de toda política que atenta contra la vida humana.

Aquellos que sostienen esa visión “atea” de las cosas, creen que el hombre debería vivir hasta que su calidad de vida haya terminado, o antes que empiece a gozar de una. Si la calidad de vida de cualquier hombre no es buena, creen que debería ser “sacado de su miseria”.  Una vez que vayamos por esa pendiente resbaladiza, no habrá vuelta atrás. Hoy en día, son los bebés y las personas con daño cerebral las que sufren dicha política, pero mañana, será el desahuciado físico o mental, el viejo o el enfermo, o hasta el contrincante en la política, o en un conflicto vecinal quien sufrirá las consecuencias de tener al hombre como un mero animal del que uno puede deshacerse en caso “necesario”. ¡Eso es exactamente hacia donde se dirige nuestro mundo!

Si la teoría evolutiva fuese correcta, entonces no habría ningún problema con la visión que antes he mencionado. Sin embargo, es una visión falsa de la vida, la muerte y la eternidad. Debemos recordar que cada ser humano es un ser especial. Él o ella están aquí porque son la creación especial de Dios mismo.  

Todo ser humano es un ser espiritual. En las Escrituras se nos dice que el hombre fue creado “a imagen y semejanza de Dios”, lo cual no significa que Dios tenga un cuerpo como el nuestro. Más bien, el escritor bíblico nos informa que el hombre goza, como Dios, de intelecto, voluntad y emociones. Esta es la principal razón por la cual la humanidad se distingue del reino animal. Cada persona que llega a este mundo, tiene esas mismas capacidades que Dios compartió al hombre.

Además, el hombre no es sólo carne, no solo es cuerpo físico, sino que es un ser espiritual. El hombre tiene un alma, tiene un espíritu aparte del cuerpo físico.

Cuando la persona muere, su espíritu o su alma, sale del cuerpo. En Génesis 25:17, a sus ciento treinta y siete años, Ismael “exhaló el espíritu… y murió”. En Génesis 35:29, se dice la misma cosa sobre Isaac. En Génesis 35:18, donde se nos habla de la muerte de Raquel tras dar a luz a Benjamín, la Biblia explica diciendo: “aconteció que al salírsele el alma (pues murió)”. En Hechos 9:36-39 vemos que el cuerpo muerto de Tabita estuvo en la presencia de Pedro y las viudas, pero ella ¡ya no estaba allí! (v. 39)

Aun cuando las personas están muertas, Dios sigue siendo Dios de ellos, ¡y Dios no es Dios de cadáveres! (cfr. Éxodo 3:6; Mateo 22:32; Marcos 12:27; Lucas 20:38). Por tanto, el hombre es un ser espiritual.

Cuando las personas fueron resucitadas, se dice que el alma volvió a su cuerpo. El caso más explicativo, lo vemos con la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta. El hijo de esta mujer murió, y dice la Biblia que el profeta Elías oró a Dios diciendo, “Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él” (1 Reyes 17:21). La respuesta divina fue positiva, “y el alma del niño volvió a él, y revivió” (v. 22). El hombre tiene un alma aparte de su cuerpo. El hombre es también un ser espiritual.

Cuando una persona muere, el alma del hombre sale del cuerpo (cfr. Génesis 35:18; Santiago 2:26). El cuerpo es puesto en el sepulcro (cfr. 2 Reyes 23:29, 30). El alma vuelve a Dios para ser juzgada por él (cfr. Eclesiastés 12:7; Hebreos 9:27), y puesta en el con los justos o con los injustos en el Hades (Lucas 16:22, 23). En el día final, los justos irán a la gloria (Mateo 25:43, 46; Romanos 8:17; Gálatas 4:6-7; Juan 14:2-3; 1 Pedro 1:4-5) y los perdidos al castigo eterno (cfr. Mateo 25:41; 1 Tesalonicenses 1:8-9; Apocalipsis 21:8).

El hecho de que el hombre es la creación especial de Dios, que fue creado a la imagen de Dios y tener la capacidad de conocer a Dios, demuestra que el hombre es una criatura especial ante los ojos del Señor. ¿Quién, entonces, puede reclamar poder sobre la vida humana? Todos estos hechos acerca del hombre, muestran que Dios es soberano sobre la vida humana. Nadie puede reclamar, ni ejercer derecho alguno sobre la vida humana. Ejercer alguna acción contra la vida humana, para terminarla, es llevar a cabo una función que solamente a Dios le corresponde (cfr. 1 Samuel 2:6).  Y cuando algunos hombres, en obediencia a Dios, actuaron contra la vida de otros hombres, fue solamente porque Dios así lo determinó (cfr. 1 Samuel 15:3). Cuando Dios ordenó matar personas, o pueblos enteros (cfr. Deuteronomio 2:34; 3:6; 20:16-18), lo hizo por cuestiones de justicia, castigando así a los culpables (cfr. 1 Samuel 15:2).  Pero cuando los hombres actúan contra la vida de un hombre, entonces se comete un crimen por el cual serán juzgados (cfr. 1 Timoteo 1:9; Apocalipsis 21:8; 22:15). Dios dijo, “no matarás” (cfr. Éxodo 20:3), porque él es soberano sobre la vida de los hombres.

DIOS ES SOBERANO EN LA CONTINUACIÓN DE LA VIDA.

Dios obra en el amanecer de cada vida. En Génesis 29:31, dice de Lea, que Dios “le dio hijos”. Esto sucede porque cuando un hombre es concebido, Dios está a cargo del desarrollo de la vida dentro del útero (cfr. Job 31:15; Salmo 139:13; Jeremías 1:5).  Quienes ignoran esta realidad, al pensar en el nacimiento de un niño, piensan en él como un simple efecto, como el producto de la unión física entre un hombre y una mujer. Como si fuese un efecto secundario. No obstante, la concepción de un hijo, ¡es mucho más que eso! El Dios vivo y soberano está en medio de todo ello.

Dios es el diseñador de la vida. Así como Dios obra en la vida al momento de concebirse, también es el diseñador de la vida misma de los hombres. Las diferentes funciones que desempeñamos como individuos en la sociedad, sea como esposos, padres, hijos, vecinos, amigos, etc., todo ha sido previamente diseñado por Dios. En su palabra encontramos todos y cada uno de los principios fundamentales para poder vivir plenamente como seres humanos (cfr. Salmo 119:105; Salmo 1:1-6; Eclesiastés 12:13). Incluso, mostró su autoridad sobre la vida del hombre, al haber escogido a algunos para determinado fin de vida, ¡aun desde antes de que nacieran! (cfr. Jeremías 1:5; Jueces 13:5; Lucas 1:13-17).

Cuando usted y yo fuimos concebidos, la obra de Dios se hizo patente en todo el proceso.  Como dijo David, “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:16). Cuando una mujer se entera que está esperando un hijo, debe saber que Dios está activo, que está trabajando en su vientre. Cuando miramos el vientre de una mujer encinta, recordemos que dentro de él Dios está obrando. Hora tras hora, día tras día, mes a mes, Dios está trabajando en esa vida que ha sido concebida. Hablando de ese proceso, la poesía de Job es sumamente ilustrativa, cuando dice, “como a barro me diste forma… ¿No me vaciaste como leche, y como queso me cuajaste? Me vestiste de piel y carne, y me tejiste con huesos y nervios. Vida y misericordia me concediste, y tu cuidado guardó mi espíritu” (Job 10:9-12). Lo que esa vida es, no es producto de fenómenos aleatorios genéticos, sino el resultado del trabajo amoroso e inteligente de Dios.

La ciencia misma ha descubierto que, detrás de la vida humana, hay un diseño maravilloso e inteligente, siendo un reverendo absurdo creer que ella es accidental o producto de la casualidad.  La asombrosa complejidad del código de ADN fue la razón principal que llevó a Sir Anthony Flew, el fallecido filósofo de fama mundial que en un momento fuera el líder de los ateos en Inglaterra, a renunciar a su ateísmo hace algunos años y a aceptar la existencia de una Inteligencia divina detrás de todo lo que existe. Él escribió: “Yo creo que el material del ADN ha mostrado que, debido a la casi increíble complejidad de los mecanismos que se requieren para que se produzca vida, tiene que haber habido algún tipo de inteligencia involucrada para que estos extraordinarios elementos lograran trabajar juntos” [1].  Las maravillas del ADN no dejan de sorprender a filósofos y científicos. Comparando el ADN a un “código espía”, el historiador científico Stephen Meyers explica, “De la misma forma, la célula tiene una maquinaria y códigos de ARN (ácido ribonucleico) que funcionan conjuntamente como un código, permitiéndole acceder a los mensajes secundarios grabados en el mensaje principal del genoma… la presencia de estos genes incluidos dentro de los genes (mensajes dentro de los mensajes) incrementa la densidad de almacenamiento de información del genoma”.[2]  Los científicos también han descubierto que el genoma es bidireccional, es decir, que transmite diferentes mensajes cuando se lee desde direcciones opuestas, lo que maximiza la eficiencia espacial. El doctor Meyer explica: “Al igual que las palabras son ordenadas en frases y las frases en párrafos, las bases de nucleótidos [dentro de la cadena molecular] están ordenadas en genes y los genes están a su vez ordenados en grupos específicos de genes… También podemos imaginarnos estos genes individuales como archivos de información computacionales, y los grupos de genes como carpetas que contienen varios archivos. Los grupos de ‘archivos’ de ADN que observamos cumplen varias funciones. Estos grupos permiten que la célula fabrique transcriptos más largos, que son combinaciones de diferentes mensajes genéticos. En otras palabras, los módulos de transcodificación de los archivos de genes en una ‘carpeta’ pueden combinarse de distintas maneras y en ambas direcciones, para aumentar considerablemente la cantidad de transcriptos codificados y productos proteínicos de la misma región o recursos genómicos”.[3]  Entonces, lo que en un tiempo fue llamado “ADN chatarra”, es cualquier cosa, menos basura. Los descubrimientos científicos apuntan a una Inteligencia Suprema que imbuyó nuestros genes de un código increíblemente multifacético.

Entonces, debemos entender el hecho de que cada ser humano que se concibe en el útero es especial. Cada persona, ya sea nacida o no nacida, se concibe con un propósito y para una vida previamente diseñada por Dios. Toda vida humana es preciosa y ninguna debe ser terminada a capricho o criterio de los hombres. ¡La   vida debe ser protegida y preservada a toda costa! ¡Ese niño por nacer en el vientre de esa madre es precioso! ¡Esa persona mentalmente incapacitada en esa institución es preciosa! ¡Ese individuo enfermo terminal es precioso! Sin importar su condición, cada vida humana es preciosa y debe ser defendida de aquellos que la ven como algo que se puede tirar a la basura.

DIOS ES SOBERANO EN LA CONCLUSIÓN DE LA VIDA.

Tan cierto como el Señor Dios Todopoderoso es soberano en la Creación y la Continuación de la vida humana; también es soberano en la conclusión de la vida. Ni el hombre, ni Satanás tienen el poder de crear vida. Tampoco tiene la capacidad de continuar la vida aparte de la voluntad soberana de Dios. Y, tampoco tiene derecho a tomar la decisión de acabar con la vida.    He aquí lo que la Biblia dice sobre este asunto.

La muerte del hombre ha sido “establecida”. Hablando de la realidad del juicio final, también la Biblia dice que “está establecido para los hombres que mueran” (Hebreos 9:27). Este decreto de Dios, se declaró allá en Génesis 3:19, cuando Dios dijo al primer ser humano, “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”.  No ha sido la voluntad de Dios postergar la vida más allá de ciertos años en este mundo. Aunque en la Biblia leemos de hombres que vivieron muchos años (cfr. Génesis 11:11-16), también se hace evidente que poco a poco el tiempo de vida de los hombres fue decreciendo. El promedio de longevidad en Génesis 5 es de 906.75 años. En Génesis 6 Dios decreta una reducción a 120 años de vida. En Génesis 11 el promedio de vida se reduce drásticamente a 332.89 años. De hecho, en este mismo capítulo se observa una reducción paulatina de los años de vida en cada uno de los personajes genealógicos: Sem muere de 600 años; justo a la mitad Peleg vive 239 años; casi al final tenemos a Nacor, que vive 148 años. Ya en el Salmo 90:10 vemos un promedio de vida más reducido, llevándonos a un máximo de 80 años. Sabemos que algunos llegan a vivir más, pero recordemos que esto es una generalización. El promedio de vida mas alto del mundo de hoy lo tiene Hong Kong con 82 años, muy cercano a lo establecido en el Salmo 90:10. El punto es que Dios ha determinado que el hombre no viva físicamente para siempre. Él ha puesto límites, y así, se hace evidente que él es soberano tocante a la conclusión de la vida de los hombres. Incluso, en algunos casos particulares, Dios no solo indicó el tiempo mismo de la muerte de algún hombre, sino aún con respecto a diversas circunstancias en el momento. Por ejemplo, fue la voluntad del Señor que Moisés muriera solo en una montaña (Deuteronomio 34:5-8); mientras que, también fue la voluntad de Dios que Jacob muriera rodeado de sus hijos (Génesis 49:33).  Y sin importar que las personas se cuiden mucho, o lo jóvenes que sean, aún así morirán. Pero no morirán por la decisión de un hombre, o por el capricho de otro, sino porque así ha sido establecido por Dios. Por eso, cuando alguno asesina a su prójimo; el tal será castigado por tomar esa vida (cfr. Génesis 9:6). Sea que estemos hablando de asesinato, suicidio, eutanasia o aborto, el hombre ha asumido el lugar de Dios cuando intenta tomar la vida de otro ser humano, o su propia vida. Cada uno de estos horribles pecados termina con la vida prematuramente, y cada uno será juzgado y castigado ásperamente por Dios (cfr. Apocalipsis 22:15).

Ahora, por favor, no me malinterprete. Hay momentos en que se hace necesario suspender un tratamiento médico adicional y simplemente permitir que la naturaleza siga su curso. ¡Si has tenido que tomar esas decisiones, mi corazón está contigo!   Usted no ha cometido un asesinato, pero simplemente ha puesto el asunto en las manos de Dios si ha tenido que hacerlo. Sin embargo, eso no se puede decir del aborto, o del suicidio, o de la eutanasia. Los tribunales aquí en la tierra pueden fallar a favor de tales cosas, pero habrá un tribunal superior algún día donde “darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos” (1 Pedro 4:5; cfr. Mateo 25:31, 32).
¡Espero que estén de acuerdo conmigo en que la vida humana es preciosa! Es tan preciosa que Dios envió a su Hijo Jesús a este mundo para salvar vidas a través de Su muerte en la cruz (Juan 3:16-17).

Necesitamos orar por nuestra nación y por nuestro mundo. Hemos dado los primeros pasos por una pendiente resbaladiza que nos llevará más y más lejos de Dios al promover acciones en contra de la vida. Hemos presenciado el amanecer de un nuevo día en nuestro país donde, a largo plazo, nadie puede estar a salvo de los mercaderes de la muerte. Tenemos que tomar nuestra posición, emitir nuestros votos y levantar nuestras voces en favor de la vida. ¡Podemos hacer una diferencia y debemos hacerla! Pablo dice, “no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:11)

Dios dice que la vida es preciosa. Por eso, me pregunto, ¿quién se unirá a mí en el trono de la gracia para invocar al Señor en intercesión por nuestra nación, nuestro mundo y las personas indefensas y sin voz que se enfrentan a la muerte en nombre de la conveniencia, el dinero y la impiedad de la indiferencia?



[1] There is a God: How the World’s Most Notorious Atheist Changed His Mind, 2007, p. 75).
[2] Signature in the Cell: DNA and the Evidence for Intelligent Design, 2009, pp. 463-464.
[3] Ibid., pp. 467-468.

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